El amor es una profunda necesidad de ser uno con el todo, una profunda necesidad de disolver en una unidad el tú y el yo. El amor es así porque estamos separados de nuestra propia fuente. De esa separación surge el deseo de volver al Todo y de unificarse con El.
El amor en uno mismo es valioso: no tiene ningún propósito, no tiene ningún fin. Tiene una inmensa significación; una gran alegría, un éxtasis en sí mismo, pero estos no son fines. El amor no es un negocio donde importan los propósitos, las metas. Siempre hay una cierta locura en el amor... El amor no tiene razón alguna. Simplemente puedes decir. “No sé. Todo lo que sé es que amar es experimentar el espacio más hermoso dentro de uno mismo.” Pero eso no es un propósito. Ese espacio no es mental. Ese espacio no puede ser convertido en una comodidad. Este espacio es como un capullo de rosa con una gota de rocío sobre sí brillando como una perla. Y con la primera brisa de la mañana y al sol, el capullo está bailando. El amor es la danza de tu vida.
Amor es el encuentro, el encuentro orgiástico de la vida y la muerte... Para alcanzarlo, hay cuatro pasos que deben recordarse. El primero: estar aquí y ahora, porque el amor sólo es posible en el “aquí-ahora”. No puedes amar en el pasado. El segundo paso hacia el amor es: aprender a transformar tus venenos en miel... El tercer paso hacia el amor es compartir tus cosas positivas, compartir tu vida, compartir todo lo que tengas. Todo lo bello que tengas, no lo escondas. Y la cuarta: sé la nada. Una vez que comienzas a pensar que eres alguien, te estancas. Entonces el amor no fluye. El amor sólo fluye de alguien que no es nadie. El amor mora sólo en la nada. Cuando estás vacío, hay amor. Cuando estás lleno de ego, el amor desaparece. El amor y el ego no pueden converger.
Es muy fácil amar a la gente en lo abstracto, el verdadero problema surge en lo concreto. Hay que recordar que, si no amas a los seres humanos concretos, reales, seres humanos, todo tu amor por los árboles y los pájaros es falso, pura habladuría.
El amor es una flor muy frágil. Tiene que ser protegido, tiene que ser reforzado, tiene que ser regado; sólo entonces se fortalece.
El amor no es un negocio, hay que dejar de tratarlo como tal. Sino, malogras tu vida, el amor y todo lo que hay de hermoso en ello, porque todo lo que es bello no es en absoluto negociable. Los árboles florecen, no es un negocio; las estrellas brillan, no es un negocio y no tienes que pagar por ello y nadie te exige nada. Un pájaro viene y se posa en tu puerta, te canta una canción y no te pide un certificado o algo así. Ha cantado su canción y luego, alegremente se va volando, sin dejar huellas. Así es como crece el amor. Da y no esperes a ver cuánto puedes conseguir.
Cuando no tienes amor, le pides al otro que te lo dé. Eres un mendigo. Y el otro te está pidiendo que se lo des a él o ella. Ahora bien, dos mendigos extendiendo sus manos uno al otro y ambos con la esperanza de que el otro lo tenga... Naturalmente ambos se sienten derrotados y ambos se sienten engañados. Esta es la paradoja: aquellos que se enamoran no tienen amor, por eso se enamoran. Y porque no tienen amor, no pueden darlo. Y algo más: una persona inmadura sólo se enamora de otra persona inmadura, porque sólo ellas pueden comprender el lenguaje de la otra. Una persona madura ama a una persona madura. Una persona inmadura ama a una persona inmadura. El problema básico del amor es madurar primero.
Cuando dos personas maduras sienten el amor, ocurre uno de los fenómenos más bellos: están juntos y sin embargo extremadamente solos; están tan unidos que casi son uno. Pero su unión no destruye su individualidad, de hecho, la realza. Dos personas maduras enamoradas se ayudan mutuamente a ser más libres, sin cadenas.
Yo te amo. No puedo evitarlo. No es cuestión de que pueda amarte o no, simplemente te amo. El amor es, así que el amor fluye.
El amor en uno mismo es valioso: no tiene ningún propósito, no tiene ningún fin. Tiene una inmensa significación; una gran alegría, un éxtasis en sí mismo, pero estos no son fines. El amor no es un negocio donde importan los propósitos, las metas. Siempre hay una cierta locura en el amor... El amor no tiene razón alguna. Simplemente puedes decir. “No sé. Todo lo que sé es que amar es experimentar el espacio más hermoso dentro de uno mismo.” Pero eso no es un propósito. Ese espacio no es mental. Ese espacio no puede ser convertido en una comodidad. Este espacio es como un capullo de rosa con una gota de rocío sobre sí brillando como una perla. Y con la primera brisa de la mañana y al sol, el capullo está bailando. El amor es la danza de tu vida.
Amor es el encuentro, el encuentro orgiástico de la vida y la muerte... Para alcanzarlo, hay cuatro pasos que deben recordarse. El primero: estar aquí y ahora, porque el amor sólo es posible en el “aquí-ahora”. No puedes amar en el pasado. El segundo paso hacia el amor es: aprender a transformar tus venenos en miel... El tercer paso hacia el amor es compartir tus cosas positivas, compartir tu vida, compartir todo lo que tengas. Todo lo bello que tengas, no lo escondas. Y la cuarta: sé la nada. Una vez que comienzas a pensar que eres alguien, te estancas. Entonces el amor no fluye. El amor sólo fluye de alguien que no es nadie. El amor mora sólo en la nada. Cuando estás vacío, hay amor. Cuando estás lleno de ego, el amor desaparece. El amor y el ego no pueden converger.
Es muy fácil amar a la gente en lo abstracto, el verdadero problema surge en lo concreto. Hay que recordar que, si no amas a los seres humanos concretos, reales, seres humanos, todo tu amor por los árboles y los pájaros es falso, pura habladuría.
El amor es una flor muy frágil. Tiene que ser protegido, tiene que ser reforzado, tiene que ser regado; sólo entonces se fortalece.
El amor no es un negocio, hay que dejar de tratarlo como tal. Sino, malogras tu vida, el amor y todo lo que hay de hermoso en ello, porque todo lo que es bello no es en absoluto negociable. Los árboles florecen, no es un negocio; las estrellas brillan, no es un negocio y no tienes que pagar por ello y nadie te exige nada. Un pájaro viene y se posa en tu puerta, te canta una canción y no te pide un certificado o algo así. Ha cantado su canción y luego, alegremente se va volando, sin dejar huellas. Así es como crece el amor. Da y no esperes a ver cuánto puedes conseguir.
Cuando no tienes amor, le pides al otro que te lo dé. Eres un mendigo. Y el otro te está pidiendo que se lo des a él o ella. Ahora bien, dos mendigos extendiendo sus manos uno al otro y ambos con la esperanza de que el otro lo tenga... Naturalmente ambos se sienten derrotados y ambos se sienten engañados. Esta es la paradoja: aquellos que se enamoran no tienen amor, por eso se enamoran. Y porque no tienen amor, no pueden darlo. Y algo más: una persona inmadura sólo se enamora de otra persona inmadura, porque sólo ellas pueden comprender el lenguaje de la otra. Una persona madura ama a una persona madura. Una persona inmadura ama a una persona inmadura. El problema básico del amor es madurar primero.
Cuando dos personas maduras sienten el amor, ocurre uno de los fenómenos más bellos: están juntos y sin embargo extremadamente solos; están tan unidos que casi son uno. Pero su unión no destruye su individualidad, de hecho, la realza. Dos personas maduras enamoradas se ayudan mutuamente a ser más libres, sin cadenas.
Yo te amo. No puedo evitarlo. No es cuestión de que pueda amarte o no, simplemente te amo. El amor es, así que el amor fluye.
Eso es eterno y ése es el verdadero anhelo del corazón
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